Nombrar Fontclara es sinónimo de pueblecito idílico ampurdanés, donde cualquier alma enamorada de la zona desearía tener una masía de campo. Son cuatro casas de siempre, cuatro casas de piedra perfectamente cuidadas y conservadas, erigidas en una extensión llana y apartada del mundanal trajín de los alrededores.
Ahí se encuentra Mas Ametller, donde vive una familia de toda la vida y debido al enorme tamaño de la masía, decidió rehabilitarla con la ayuda del arquitecto Ferrán Prats y la interiorista Sarah Alenyá.
La revista Casa Campo habla de este proyecto que consistió en “dividir la propiedad en varias casitas independientes y disponibles para alquilar dado que la edificación gira en torno a un patio rectangular, rodeado por un porche y presidido por una agradable fuente. Los propietarios optaron por dividir dicho volumen en dos partes: una para ellos con un jardín privado fuera del patio y la otra para ponerla a disposición de los clientes, después de restaurarla”.
El arquitecto tuvo especial cuidado con “la fachada original a la hora de proyectar la obra y al añadir el porche que comunica con el primer piso. En los interiores prima la comodidad adaptada a una estética que recuerda las líneas de la arquitectura contemporánea, pero siempre recurriendo a las técnicas y los materiales genuinos utilizados antaño en la zona”.
Una masía rehabilitada en el Ampurdán que se erige sobre una llanura alejada del mundanal ruido.
De ello son ejemplo, entre otros elementos, las paredes realizadas con estucado de mortero de cal y pintados a mano con brocha. La madera empleada en la cocina es de abedul autóctono, aunque ya prácticamente extinguido y que recuerda mucho al álamo. Así pues, la madera natural sin tratar y el mortero de cal destacan por sus texturas principalmente en los baños y la cocina.
Los techos se restauraron con bóvedas realizadas con rasillas naturales tal y como se puede ver en los baños que se trataron con colores naturales aplicados al mortero de cal. El tratamiento de la luz a través del juego de volúmenes y la fusión de espacios fue el otro gran logro. La interiorista Sarah Alenyá redondeó la decoración aportando elementos rústicos en su grado justo, de manera que nos recuerda siempre que disfrutamos de una vivienda de antaño pero con las comodidades de hoy.
El resultado fue una vivienda sin pretensiones, pero con calidad asegurada.
Para mantener el estilo de este ambiente, la interiorista colocó en uno de los baños un lavabo sobre encimera pintado por los artistas de Bathco Atelier que imita el acero corten. En otro de los baños, se instaló el lavabo de aluminio rústico Altea.
Realización: Patricia Ketelsen
Foto: Jordi Miralles